martes, 13 de mayo de 2008

Otro brindis, otros bohemios


Hablando de grandezas
Los amigos de la facultad,
Comentaban sobre la belleza,
Pasión, pureza y toda deidad.
Bohemios los tres grandes amigos
Amantes de la vida
Y conocedores del placer
Que encierra la naturaleza y
En especial la gracia de la mujer.
Brindaban con ginebra
Y vino extraído del viejo vergel,
Que por años cultivaron con cautela
Para luego extasiarse de él.
Una vez más amena la charla
Uno de ellos una lágrima derramó,
Los otros dos se quedaron en silencio
Pero su inteligencia no los traicionó.
Así que cambiaron de tema
Y de religión y política comenzaron a discutir,
El tema de la noche fue la violencia
Pero pronto el vino a la cabeza se les habría de subir.

Así que Jesús, Ernesto y Paco
Tomaron y tomaron sin vacilar
Pero Ernesto no pudo contener su copa
y sobre la camisa de Paco ,
El vino habría de derramar.
Carcajadas sarcásticas llenaron la casa,
Por supuesto, Jesús era de todos el más burlón,
Las miradas chispeantes
Provocaban inmensas llamas,
Las detonantes voces de todos
Hicieron a la casa temblar.
Hablaban sobre la majestuosidad
De la vida,
Condecoraban la belleza del arte
Y mostraban su interés
Por la poesía,
Y al dar las doce en punto sonaron las campanas
Y una voz estruendosa se escuchó:
─ Brindo por el mar que es un misterio.
Con mucha seguridad replicó Ernesto
Y alzando su copa Francisco continuó:
─ Y yo por mi gran amada la Luna,
Que en su rostro no se ve más que ternura.
Entonces cuidadosamente Jesús alzó
Su copa y brindo con ellos.
Jesús se mostraba ausente,
Cual lágrima en su ojo apareció de repente
Y otra más la acompañó,
Entonces un terrible llanto desencadenó,
Y con labios trémulos pronunció:
─ Negra es mi vida,
Alma mía ceniza se volvió,

El cantar bello del ave
Un canto fúnebre se convirtió.
El calor de mi verano,
Una canícula desató,
Tormento y agonía
Sólo viven en mis ser,
La mujer que tanto adoro
Con veneno dulce a mi ego mató…
Y las lágrimas ventajosas continuaron su labor,
Más Ernesto y paco respetaron su dolor.
“Benditos minutos transcurren
Llevándose consigo a la vida y
Acercándote cada vez más a la muerte”,
Así en silencio pasó un cuarto de hora
Mientras que la tiniebla se fusionaba con la Luna,
Y como destello la voz de Paco se escuchó:
─ Brindemos por eso, que más nos queda hacer,
Las mujeres son todo un misterio,
Pero ello no nos ha de vencer.
Sí ─ dijo Ernesto, adorables y hermosas,
Aromáticas y sustanciosas,
Son pan y son vino
Pero nosotros somos su destino.
Brindemos por ellas
Mis contemporáneos amigos,
Porque somos víctimas
De sus enredos
Más un ser Divino, alguien Supremo
Quiso deleitarnos con este secreto.
Sumisas y tiernas,
Pureza que irradia
La virgen bendita
Sagrada es el alma.
Feminidad concebida
Su vientre te llama
Es calor que radica
A tus dolores ella sana.
No olvidéis amigos
Que la gracia del Señor
Es darnos a estas mujeres
Incitadoras de la pasión.
Tomemos hermanos ─ Paco replicó
Levantemos las copas
Y estrechémoslas en su honor,
Y tú mi estimado Jesús

Que sois de entre vosotros
El más simpático señor
Da gracias a la vida
Y no olvidéis el don que Dios te dio,
Resalta tu galanura,
Revive preciados momentos
Y olvídate de la infelicidad,
Demuestra simpatía al perverso
Y se afable con el amable…
Y así Jesús y Ernesto, atentos
escuchaban aquellas sabías frases
que haciendo alusión a Salomón,
Platón y Gibrán, pronunciaba
Con jubilo el buen Francisco.
En un momento el silencio reinó,
Pero una voz galante se escuchó,
Sin duda era Ernesto,
El más altivo y opulento de éstos tres.
¡A la salud de ella hermanos!
Porque son belleza y nos causan estragos,
Pero sin duda alguna, nos necesitamos
Y Dios en la tierra habrá de juntarnos.
Y entre palabras sutiles
Y algo de llanto,
Suspiros y risas
Brotó un pequeño canto.
Y poco a poco
El vino y la ginebra
Y las dulces palabras

Que por consideración a ellas
Con fervor destilaban
Labios mojados de rocío
Marcados por el olvido
Y el desprecio de una dama.
No lloraron por eso
Ni mostraron despecho
Más sí adorarlas.
Agotados sus cuerpos
Y con caras demacradas
El licor desapareció
Mientras que el fuego
De la chimenea se ahogaba.
Las fuerzas se extinguieron
Y una vez las luces apagadas
Los tres amigos entre sombras
Desvanecieron las sonrisas y
Las vivaces miradas.

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