martes, 13 de mayo de 2008

El Mago: Una reconciliación con la vida



Sucede algo muy especial con las óperas primas que se generan en México, ya que por lo general o al menos una mayoría tienen calidad. Así al menos lo consigna el libro que sobre el tema escribió el investigador de la Cineteca Nacional José Antonio Valdés Peña.

A éstas se suma la película El Mago (2004, pero estrenada el pasado 2007), de Jaime Aparicio, egresado del CUEC, la cual formó parte de la programación de la XLV Muestra Internacional de Cine.

Esta cinta que apenas rebasó los cinco millones de pesos de presupuesto, ha sido una grata sorpresa en el abanico fílmico mexicano porque se trata de una cinta urbana, llena de nostalgia, que intenta recuperar una época y ciertas zonas de la ciudad que han sido olvidadas por los programas de desarrollo social, como las colonias Doctores y Santa María la Ribera y es parte del resultado del programa de óperas primas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine), la cinta de Aparicio es también un homenaje al cine mexicano de los años setenta y ochenta, así como a personajes de los extintos cabarets.

En ella se nos narra la reacción que asume Tadeo, un mago callejero (muy bien caracterizado por Erando González), cuando se entera que tiene una enfermedad terminal y se lanza a la búsqueda de una reconciliación con su pasado. Él sabe que no se puede ir dejando cuentas pendientes. En la mayor parte de su travesía, que sirve al cineasta para mostrarnos los bajos fondos de la Ciudad de México, lo acompaña un personaje peculiar, su asistente Félix (Gustavo Muñoz), quien es invidente además de estar involucrado en el tráfico de drogas.

“La inspiración para hacer esta película —dice Aparicio a Crónica— nació en mi propia casa, cuando a mi padre le informaron que estaba desahuciado. Vivir este momento con él, desde que le avisaron hasta que finalmente murió, me hizo pensar en muchas cosas y esta película fue una especie de catarsis” El mago, sin embargo, no cuenta la historia de su padre, es más bien “una evocación al cine de los años setenta y ochenta”, por eso el look de la película se trazó en algunas colonias viejas de la capital, en cabarets y hospitales que ya son historia.
El rodaje tuvo lugar en Santa María la Ribera, en las colonias Doctores y Obrera, que son barrios muy populares a los que la gente prácticamente no va por cuestiones de seguridad, por su mala fama, pero que para el filme de Aparicio eran fundamentales. “Es como un homenaje a esos barrios que nos han dejado muchas imágenes gravadas. El Puente de Nonoalco, por ejemplo, que en su tiempo representó una revolución arquitectónica para la ciudad y era el síntoma de la modernidad, aparece en la película con un sentido de nostalgia, de reflejo del paso del tiempo”. Sobre si encontró alguna relación directa entre el cine y la magia, Jaime Aparicio señala sin dudar: “El cine por sí mismo es magia, que unas sombras de colores nos hagan reír o llorar siempre será magia”.
Tadeo busca el perdón y la redención, se reencuentra con Raquel (Julissa), quien fuera el gran amor de su vida, y se halla tambaleante porque no sabe cómo enfrentar el remordimiento de la muerte de su mejor amigo, de la cual él participó de manera accidental.
Así, se lanza a la búsqueda de Carlos (Juan Ángel Esparza), el hijo de su amigo, en el momento en que éste trabaja de payaso y tiene como compañera a la exótica “Mujer Maravilla” (Claudia Goytia). Para lograr cada uno de sus objetivos, Tadeo halla en su vecina Morgana (una buena interpretación de Maya Zapata) a su cómplice, y juntos realizan un gran acto de magia que transforma de manera definitiva los últimos días de su vida.

La magia del mago. En El mago, Aparicio cuenta una historia que no rebasa los cien minutos de tiempo. Es un filme honesto, sin falsas pretensiones, en el que gobierna un espíritu chilango y en el que se explora la marginalidad en la ciudad de México, pero no a manera de denuncia, sino para contar la historia de un hombre que sufre una enfermedad terminal, que va en búsqueda del perdón, la solidaridad y la reconciliación. En la cinta subyace un mundo callejero, el de los merolicos, las prostitutas y la drogadicción, pero también el universo de los cabarets, las ficheras, las vecindades y la fotografía en blanco y negro y, aunque se trata de una cinta de ficción, el director deja ver algunos fondos documentales que dan cuenta de la decadencia de la ciudad, una ciudad en la que, sin embargo, tienen cabida valores como la amistad, la solidaridad y el amor.

En fin, El Mago es una película bien narrada, se apoya en una espléndida fotografía de Diego Arizmendi, y tiene la peculiaridad de no hacer uso del sexo y la violencia, al contrario de como sucede en varias producciones nacionales recientes. Jaime Aparicio se proyecta como un director sensible, comprometido con el ser y sentir de sus personajes. Tadeo no se instala en la autocompasión, sino que busca vivir a plenitud el tiempo que le queda. Ya había pasado tiempo que en el cine nacional no se daba una película de ficción tan redonda como El Mago.

El Mago. Dirección: Jaime Aparicio. Guión: Enrique Rentería y Jaime Aparicio. Fotografía: Diego Arizmendi. Música: Rosino Serrano. Actúan: Erando González, Maya Zapata, Julissa, Gustavo Muñoz, Claudia Goytia, Juan Ángel Esparza. Duración: 98 minutos. México, 2004 (producción), 2005 (reestreno 2007) (Actualmente pude adquirirse en Kids Video) .


Por Izteotl Báez

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