martes, 13 de mayo de 2008

Inocencias desbarbadas


“Quiero tu pubis de niña”, dijo mi hombre mientras conducía el auto que esa noche nos llevaría hasta su casa. Después de recogerme en el aeropuerto se había dirigido a un restaurante donde cenamos sonrientes y silenciosos. Bueno, la verdad es que las miradas también nos alimentaron luego de meses en que solo habíamos tenido contacto por teléfono y correo electrónico.

Con certeza, sólo sabía tres cosas de él: que le gustaban los autos deportivos, que no bailaba tango aunque era argentino y que le apasionaban los libros que hablaban de la memoria. Había sido arriesgado viajar para conocerlo pero me decidió su indecisión, su escamoteo de agente viajero pernoctando en diferentes ciudades, su irrefrenable postergar nuestras citas.

Una mañana tomé el teléfono y lo enfrenté: “iré a California…” “¿Cuándo?”, me pregunto sobresaltado. “Cuando tú estés”. No tuvo más remedio que aceptar.
Entre los preparativos del viaje una amiga me sentenció: “Cuidado porque los argentinos las prefieren depiladas”. Ante mi sorpresa ella insistió: “Sí, depiladas, rasuradas, ni un pelo en la sopa o cuando más una ralla a lo Hitler…” Me negué rotunda: “Pues por ahí empezaremos a discrepar, o me acepta con barbas y bigotes o no habrá trato”.

Pero mi deseo crecía conforme los días que nos separaban de nuestro encuentro se deshojaban. Alguna vez el me había dicho que desde su departamento se veía el mar. Imaginé que mi deseo era ser una marejada que se alzaba hasta el piso 22, que mi hombre habría la puerta del balcón y que mi ola gigantesca lo inundaba.

Salimos del restaurante y jugamos en el trayecto. “Te voy a devorar toda la noche”, amenazó sin miramientos. Me besaba en los altos y toqueteaba mis senos y mis piernas. Ya casi para llegar escondió su mano en mi pubis y lanzó su suplica que era orden que fue promesa: en sus manos volvería a ser púber otra vez
.
Urgidos por tanta espera comenzamos a desvestirnos desde el elevador. Apenas entramos al departamento me condujo al baño entre besos y caricias sedientas. Entonces me apartó un instante para hacerse de tijeras, rastrillo, espuma. De modo que no era mentira. Obediente, lo dejé hacer. Se aplicó a la tarea de rasurarme como si podara un jardín de flores. Cuidadoso, intransigente, fue depositando los pétalos de esa barba inocente en el cuenco de mis manos. Él era de tipo lampiño, así que se me ocurrió bromear: “No te vendrían mal unas risadas barbas púbicas, si quieres te las presto…” Hizo un ademan de silencio y negó con la cabeza. “Las niñas rasuraditas se ven más bonitas…” Y se aprestó a concluir su labor. En el espejo descubrí que mi pubis, albeante salvo por una misericorde línea central, sonreía con un virginal pudor neofascista.

Me cargó hasta la cama, comenzó a besarme con besos cortos y saltarines. Me tocaba con una delicadeza vehemente, como si fuera yo una muñeca de porcelana y temiera romperme. De pronto, se detuvo: al pie de la cama hincó la rodilla y me ofreció hacerme un pastel, llevarme al acuario, mostrarme el final del arcoíris si me habría de piernas y lo dejaba contemplarme.

Mi pubis esbozó una carcajada, blanca, gozosa, impúdica para él. Yo me saboreaba su imaginación, su mirada eréctil que me esculpía como una estatua viviente. No pude resistir más. Al borde del naufragio, intenté atraerlo hacia mi interior para que juntos nos ahogáramos. Mi hombre dio un salto hacia atrás. Su cuerpo antes vigoroso era ahora el de un chiquillo: “Nunca he violado a una niña”, gimoteo incapaz.
Una hora más tarde estaba de regreso en el aeropuerto. Me marché con mi deseo. Tan intocado como una núbil y desbarbada ninfa impubecente


Por Ana Clavel: México 1968) ha publicado las novelas Los deseos y su sombra (2000) Cuerpo Naufrago (2005) así como los volúmenes de cuentos Fuera de escena (1984) Amorosos de atar (1992) Paraísos trémulos (2002). Entre otros, ha sido galardonada con Premio de nacional de novela “Gilberto Owen” en 1991, Premio de novela corta Juan Rulfo 2005 de Radio Francia Internancional por Las violetas son flores del deseo. Más información en la pagina http://www.anaclavel.com/

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